martes, octubre 17, 2006

Miguel Ángel Ferreira - Misiones - Argentina
















POEMAS

CUANTO


Cuanto hace que no escribo un poema
Que no deletreo un pasaje de Silvina
Que no me desnudo al canto del pájaro en la rama
De ese verde mirto en mi esquina
Que no miro al sol en la media tarde
Que no encuentro un motivo cierto
Más que desconcierto y duda
Para descifrar un mensaje
Cotidianos escritos sin rima
Son mis horas al descubierto confeso
Silencio del canto de la vocal
De las consonantes fuertes
Del verbo amar silencioso
Del hacer y estar sin gozo
Hace tanto que no escribo
Un poema para llenar un vaso
Y beberlo de a poco sin apuro
Solo o en tu compañía
Aquí en la urbe o en un lugar
Lejano y desconocido
Cuanto hace que no deletreo
Un poema a la amada
En tus oídos.-


SILENCIO

Es silencio este presente
De mis sentidos a penas
Atrapo el ruido de la ciudad
Los escaparates de luces brillantes
Las frases de lo cotidiano
El andar mundano
El néctar del misterio
Donde estará, alejado
Estoy del pensamiento en castillos
Con murallas incendiadas
Con ballestas de flechas afiladas
Y el golpe de la maza en la batalla desatada
Del chasquido de besos amamantados
En la pasión de la desnudez amante
En la arrogancia de una mujer lejana
Ni siquiera en el espejo revelante
De mis huesos de linyera arrogante
Silencio de calles alargadas a la tarde
De papeles en blanco desafiantes
No encontré mi espada en la carne
De un poema cierto, silencio
Solo silencio.-


ESTO

Como una pálida luna
Que se queda a la vera
De alguna nube.
Como un signo de interrogación
En este pasar
Entre gritos y susurros,
Revelaciones y negaciones
Dudas y afirmaciones.
Descuento las horas
A la espera del justo
Claro instante de la iluminación
Al brote violento de la luz,
La cortadura exacta,
El golpe certero,
La flecha en el blanco
La canción de amor
El redoble de tambores
En el ingreso triunfal
Del guerrero a su castillo
Revoloteo de pájaros en el jaracarandá
Canción de cuna al infante en su morada
Protectora de futuro
Espero nada más
Que la primer frase de una poesía
Cuente lo que no se
Decir.




Muchas veces callo por no saber
Y otras por saber-
Todas mis mañanas me reinvento y salgo.-
Mis afirmaciones a veces son dudas, y no lo saben.-

David Slodky - Salta - Argentina












CUENTOS
LOT

Mata al canalla que te moteja.
Córtale el cuello. Basta de grita.
¿O aún aguardas que te proteja
tu dios judío y antisemita?
(Carlos Grünberg: “Paria”)
Empero Lot subió de Zoar, y asentó en el monte, y sus dos hijas con él; porque tuvo miedo de quedar en Zoar, y se alojó en una cueva él y sus dos hijas. (Génesis, 19, vs. 30)
Ya en la cueva, Lot piensa calladamente.
Heme aquí, viejo ya, solo de enorme soledad. Alojados como alimañas en una cueva, no hay mujer que entibie mis noches ni nietos que cansen alegremente mis rodillas. Sólo rocas y piedras nos rodean con un silencio tan insondable como el que ganó a mi mujer, ¡oh indiscreta!, ¡oh Isha repetida!, que tuvo mayor castigo por igual pecado. Más nos hubiera valido quedarnos en la lluvia de azufre y fuego. Más me hubiera valido entregar los dos varones, puesto que el premio es peor que el escarmiento. Mis hijas, buenas doncellas, no tienen ni tendrán varones que entren a ellas conforme a la costumbre de toda la tierra y me den esperanza de que mi generación perdure, no disfrutarán deleite y repetirán su costumbre luna tras luna hasta que sólo la aridez las interrumpa; no verán combar sus vientres ni crecer sus pechos y cuando el silencio las gane también a ellas, cuando ya sólo seamos polvo retornado en el polvo, entonces será como si nunca hubiéramos existido.

Oh, Tú tan Poderoso y Desmemoriado. Oh Tú, tan Soberbio... ¿Por qué haces lo que Se Te Ocurre, violentando inclusive Tu Palabra? ¿No habías dicho “No es bueno que el hombre esté solo; haréle ayuda idónea para él?”. ¡Y me dejaste sin ella, por ser como Tú la Creaste! Por ser curiosas (¿de dónde habrán sacado ellas ese rasgo?) a una la desterraste de Edén ensañándote con una ferocidad digna de enemigos más fuertes y crueles: multiplicaste en gran manera sus dolores y preñeces, la condenaste a parir con dolor sus hijos y dispusiste que su marido se enseñoreara sobre ella. A otra, la convertiste en estatua de sal, quitándole el soplo vital que Tú le infundiste. ¡Ninguno de nosotros, hechos a Tu Imagen y Semejanza, podría ser tan brutal sin merecer algún castigo! Estableciste que el que derrame sangre del hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios es hecho el hombre. Pero Tú que sólo eres Tú mismo, que Eres el que Eres, que hiciste al hombre a Tu Imagen y Semejanza, derramas a cada capricho Tuyo sangre del hombre, y nadie puede pedirte cuentas. Lo hiciste con el diluvio, y después prometiste que no volverías a destruir todo viviente, como habías hecho; pero destruiste luego todo viviente de mi ciudad, salvo nosotros. Tú Dices y Te Desdices, Tú Creas y Te Arrepientes y Te Arrepientes de Arrepentirte, y Te Arrepientes de Arrepentirte de Arrepentirte. ¡Te quejas tanto de nosotros! ¡Como si Tú fueras tan perfecto! Y nosotros tenemos que obedecerte sin ninguna queja. ¡Cuántos infortunios más nos tendrás reservados todavía! ¡Tiemblo de sólo pensarlo! ¡Tengo pesadillas en mis noches, sueño oscuras columnas de humo que buscan el cielo esparciendo un acre olor a inocentes calcinados, asesinados en siniestros mataderos, aterrados, abrazados y Adorándote!

Pero algo pasa con mis dos pobres simientes enfermas. Algo las anima, desde ayer que salen de la cueva y el murmullo quedo de sus voces llega hasta mí y vuelven con los ojos avispados y me miran rápidamente, o vuelven con los ojos preocupados y me miran largamente, y callan con el mismo silencio que tenían al ofrecerlas yo para que hicieran de ellas como bien les pareciera, con tal que no se llevaran a los que habían venido a la sombra de mi tejado enviados por Ti. No habían conocido varón y yo las entregaba más alevemente de lo que el hermano de mi padre entregó su mujer para salvar su vida y obtener beneficio (y Tú castigaste al engañado y no al entregador, con el que hiciste luego pacto). Ojalá las hubieran tomado, ojalá el deseo que traté de encender en ellos para cumplir Contigo pudiera más que su furia insensata: acaso hubieran fecundado con violencia en ellas, pues entonces quizá nietos bastardos alegrarían mis días y prolongarían mi simiente.
Extremando mis sentidos, he escuchado ya lo que murmuran y no puedo evitar estremecerme, perturbarme ante los límites en los que Tú nos pones: “Nuestro padre es viejo, y no queda varón en la tierra que entre a nosotras conforme a la costumbre de toda la tierra: Ven, demos a beber vino a nuestro padre, y durmamos con él, y conservaremos de nuestro padre generación”.
Oh, hijas mías, que por jóvenes no conocen lo que los años enseñan: los hijos nacidos de los vapores del alcohol, llevan estigmas en su cuerpo y en su alma. Quieren que yo no me sienta culpable de haberlas tomado, pero los hijos que buscan de esta manera no les darán alegrías sino pesadumbre. Y difícilmente (si son varones) haya luego mujeres que accedan a dormir con ellos, y así no se conservará generación después de los que nazcan del pecado y del alcohol.
Pero, ¿no me estarás diciendo Tú que son ayuda idónea mis hijas? ¿Es que también yo puedo decir de ellas que son hueso de mis huesos y carne de mi carne? ¿Es que puedo allegarme a ellas y ser con ellas una sola carne? ¿O me sometes a esta duda para castigarnos luego? ¡Porque puedo dar fe por mis antepasados: no he conocido alguien tan perverso como Tú!
Y cuando sus hijas vinieron y le dieron a beber vino, Lot simuló hacerlo pero lo arrojó sin despertar sospechas, y gozó luego disimulada y culposamente de sus hijas, una noche con una, otra noche con la otra, mientras descubría el goce de ellas sin avergonzarlas de que él percibía su deleite, su jadeo estremecido. Lo Maldijo entonces, calladamente.
Y los Moabitas y los Ammonitas fueron a partir de allí.

A LA HORA SEÑALADA

Se miró al espejo. Escrutó su pelo ya plateado, sus arrugas todavía no muy profundas en la frente, sus ojos pequeños e inquisidores... se pescó el rictus al desviar hacia el costado izquierdo sus labios y sus fosas nasales, como un boxeador que se prepara para la pelea... ¡Otra que Gary Cooper!
¡Si hubiera sacado la estatura del viejo! Pero bueno, ahora demostraría quién la tenía más larga.
Aspiró profundo, sin dejar de mirarse. Asintió, aprobándose y ensayando una vez más el gesto mesiánico largamente estudiado.
Ya hacían casi veinte años que con la ayuda de Dios había logrado vencer al diablo que anidara en sus entrañas, en su sed demoníaca, en su garganta ávida del áspero líquido que calmaba sus temblores.
¡Por Dios, cuántas pruebas debió superar! ¡Una silenciosa ordalía a la que se había sometido con estoicismo!
¡Qué difícil nacer inmediatamente después de la Guerra, con el estigma de ser hijo de un hombre cargado de honores por haber cumplido con su deber, su honor y su país!
De niño fue obediente, puntilloso lector de las Sagradas Escrituras, puntual concurrente a los servicios de la Iglesia. ¡Hasta había sido diácono! Con una sonrisa conmiserativa, reconoció que más para mocedades que para cumplir con Dios.
¿Qué pasó luego? ¿Cuándo extravió su camino? ¿Sería una reacción rebelde ante las duras exigencias del amado y odiado héroe y padre suyo? Recordó con un gesto adusto sus parrandas, su rugiente convertible, su casamiento con Laura. Con un imperceptible movimiento negativo de su cabeza, repasó las largas noches de beberaje, las molestias de su paciente esposa por sus impertinencias alcohólicas, las reconvenciones a solas de su fastidiado y fastidioso padre.
Hasta que encontró a Billy. Gracias a él, y junto a Bob, atinó su senda. Eran dos vaqueros (“John Wayne y Gary Cooper”, se nombraban riéndose mientras bamboleaban sus cuerpos y sacaban rápidamente los imaginarios Colt 45 de las cartucheras ilusionadas que pendían a sus costados, a la altura de sus entrepiernas, y velozmente las palmas izquierdas accionaban el percutor simulado por los pulgares derechos, mientras sus carrillos se hinchaban y sus labios semicerrados y estirados emitían el chasquido figurando los disparos en ese duelo de risas y de alcohol). Enfundaron sus pistolas, encorcharon sus botellas, y con la cabeza gacha de los conversos arrepentidos, se encolumnaron en el Estudio Comunitario de la Biblia. El Evangelio de Lucas, los Hechos de los Apóstoles, la conversión de Pablo camino de Damasco, iluminaron su alma. Y las sombras que se habían proyectado sobre su vida, comenzaron a desvanecerse.
¡Qué difícil fue ayudar luego a su padre a cumplir con su destino! Pero lo hizo, como buen hijo que era. Aun así, nunca pudo lograr que aceptara que la palabra de Dios, a través de Billy, santificara su campaña. Por eso, seguramente por eso, en el momento decisivo el viejo arrugó.

¡Y allí, súbitamente, cuando su padre retrocedió en el Momento Supremo, supo cuál era la Misión que él venía a cumplir en el mundo! Los psicólogos lo llamaban “Vivencia del ¡Ahh!”. Pero él sabía que era una Revelación Divina.
Desde ese momento, con calma, con afán, con firmeza, con predestinada claridad, comenzó a subir peldaño a peldaño hacia el Hado irrebatible de su peregrinación.
No tuvo prurito en decir públicamente, una y otra vez, lo que muchos pensaban pero pocos se atrevían; desarrolló la compasión dentro de una comprensión conservadora del mundo; llegó a un cómodo rellano que muchos creían era el máximo escaño al que podía aspirar, pero él sabía que sólo era la plataforma para tomar impulso y llegar hasta donde su padre había llegado, pero no había sabido utilizar plenamente. Allí había sido llamado él. Sabía para qué había sido llamado. Y respondió al llamado.
Y llegó.
Hubo un Día del Maestro de un lejano país sudamericano que lo convenció definitivamente (si es que un último convencimiento aún necesitaba) que Satán lo desafiaba. Y si Satán lo desafiaba, era porque él era el Enviado de Dios.
Y ahora estaba allí. En ese día que lo esperaba desde el principio de los tiempos.
Se miró nuevamente al espejo. ¡Otra que Gary Cooper! Desenfundó velozmente el Colt 45, accionó con su palma izquierda el percutor pulgar derecho mientras sus dedos índice y medio apuntaban , cerró el ojo izquierdo, hinchó sus carrrillos y estirando la trucha “¡Pff, Pff, Pff!”. Hizo girar sobre su eje, en su índice, el imaginario revólver, lo enfundó, se acomodó el rebelde mechón plateado, miró su rictus de boxeador antes de la pelea, y salió al estrado. El mundo lo miraba.
Tuvo en claro en ese momento que la libertad no era un aporte de su país al Universo, sino un legado de Dios a la Humanidad. Y él era tan sólo el Instrumento de su Divina Voluntad.
Había llegado Julio César. Un Nuevo Imperio estaba por alumbrar desde Occidente.

María Eugenia Rapp









CUENTO


La hamaca

Hace tiempo que somos vecinos. Mi casa y la suya simétricamente pegadas, como un espejo nos separa una reja, enhebrada por un jazmín del país, que deja entrever por su red verde y frondosa.
Cada patio desemboca en un pequeño jardín, pero el de él tiene dos árboles y bajo su sombra acostumbraba colgar una hamaca paraguaya.
La última vez que lo vi fue un mediodía, recostado, oscilando sobre el calor, apantallándose con un diario de fútbol. No podía verle la cara; sólo sus piernas entreveradas con la tela azul de la hamaca, los pies callosos al aire y por supuesto, no me atreví a molestar con mi saludo. Cuando levanté mi plato de la mesa ya no estaba, pero la hamaca seguía allí meciéndose.
Esa misma noche llovió y en el jardín goteaba la tela, pesada como si acunara un gigante de agua, estaqueada entre los árboles y el viento. Se la habrá olvidado, pensé. Era imposible no saber que llovía. Tras la pared se escuchaban ruidos, como golpes de muebles o tacos en el piso. Y luego silencio.
Quedó así. La mañana nublada. A la curva mojada la zureaban los pájaros que ya comenzaban a regar su excremento. Luego empezó a endurecerse, plastificada de mugre seca. Lo mismo con las ventanas de la casa, sucias, ya no transparentaban. De vez en cuando algunos ruidos, pero nunca una voz. Inventé una excusa y le toqué timbre: que me había llegado su cuenta de luz. Sentí que me observaba por la mirilla de la puerta, sin respuesta. Luego, cuando venía gente a mi casa, era un espectáculo extraño la hamaca colgada, dura, ya casi no se movía con el viento; los flecos azules petrificados, cubierta de hojas como esquirlas de plomo. Lo di por ausente o fugado: habría dejado su muerte en la hamaca.
Comencé a medir el peso de la muerte. Le sacaba fotografías a su patio y las iba pegando en el espejo del baño. Me quedaba horas frente al derrumbe, que agregaba cada día una nueva pieza a su abandono.
Una tarde me atreví a pasar la reja y salte a lo profundo, del otro lado. Sobre la hamaca, el viento soplaba los restos de un nido. La descolgué para soportarla en los brazos. Me acerqué para oler. La volví a sujetar y entonces fue la primera vez que me metí adentro. La remera y la falda se tiñeron de negro, por los ríos secos de lluvia y hollín, y desde entonces esa es la ropa destinada a la hamaca. Por supuesto, mi cabello también se ensucia, la piel de las piernas, las manos. Una vez por semana me visto para sumergirme en ella y como si no quisiera ver, bajo los dedos de los árboles espío el cielo, donde todo se cae. Aquí estoy suspendida, mecida en la incertidumbre que flota entre la tierra y las nubes. Sólo la hamaca me sufre, no tengo que avanzar ni decidir.
Me lleva algunos años el olvido.

Alfredo Palacio - Buenos Aires - Argentina














POEMAS




LA VIDA ES UNA HOJA

perfil
deriva
nervadura.
Hoja de incierto verde
sin anclaje
sin lugar seguro.
Intemperie y desafío
párpado al viento
corazón en su tarea.
Piel ambigua
descifrando herrumbre
escamas
oleaje.
Escenario
para ojos como peces.
O temblor
asombro
despedida.
Una hoja
la vida.
Verde
o siempre en blanco.
Acaso
una carta para nadie.

Ensayo
de un sueño que no fue.




EL AIRE DE HOY

apenas
si puede
es
una rosa entre las cejas.
Y el cansancio inventa nombres
para anunciar la despedida
que aún desnuda
ayuda a respirar.




DESEARÍA TANTO

pájaros en mi cabeza
puertas con fervor
balcones sin memoria.
Otro corazón
sin tanto hueco
y cuentas pendientes.
Una sonrisa
incluso
solo válida por hoy.
Que aguante
hasta el próximo cuchillo.
Desearía tanto
escapar de estas horas.
De su candado
del cansancio y sus dobleces.
De tanto vacío
anclado en las encías.
De porvenir sin rostro.


BALADA INCIERTA

de los días en blanco.
Desnuda
sin bordes
inútil y oscura.
La sala vacía
el cuarto sin magia.
Tantas ventanas
mirando a ningún sitio.


AGITAR CON FURIA LOS ESPEJOS

hasta que caiga la última mueca
y ya nada
siga del revés.
Cambiar el rumbo de los pasos
para seguir por la cornisa
y el vacío no se atreva
a llamarnos tan seguido.
Que el tabaco y el licor
continúen un tiempo por aquí
por si el amor
insiste en sus contrastes.
Y las ventanas
las ventanas...........
Deberán cambiar sus ojos
si esperan
como siempre
que la luz
haga pie en los cristales.


POEMA PEQUEÑO

magro
clandestino.
Angosto
cruel
acaso rutina.
Poema frontera
libre
viejo
arpío
brazo mago y sus visiones.

Que acaso me nombre
u olvide.
Poema de la nada
de acechos
de sueño y desvarío.
Poema anclado y del latido
poema a un lado y de la noche
poema
de la vida y de la muerte.


Poema mi cuerpo
poema mi destino
poema
de la ruina y la corona.


Poema de mujeres y alabastro
poema del fin
y algún principio.
De lo que fue y no vuelve
de lo que nace y no conozco
de lo que río y me duele.
De lo que amo y no postergo
de lo que temo y no domino.
Poema de la tarde sin retorno
de la noche y su enagua.
Poema

poema
caes
me vistes.
Me acechas
contienes y castigas.
Puedes
lo que yo no puedo.

Lo que temo y nombro
lo que sueño y olvido
lo que es
lo que a veces me atrevo.




Poema de mi nombre
yo de cuerpo entero
yo que no comprendo
yo
que no tengo más arte
ni parte.
Yo que sangro
y a veces lo oculto
yo que amo
y tantas veces
no sé.
Poema
mi sangre y vertical
mi paso
con o sin mi pie.

Poema
poema
algo
tendré que hacer
para que tu voz y mi voz
un buen día
se entiendan con la vida
y todo su doblez.

Norberto Pannone - Junín, Buenos Aires - Argentina














POEMAS



UNICIDAD

Esa unicidad que nos convoca
es una suerte de mística locura,
es una regia coraza o armadura,
la reja que eufemiza nuestra duda.

Intrépida eufonía que desborda
la inmadura trova de los sueños,
constancia absoluta, irremediable,
lacónico verbo que aprendemos.

Que nos queda entonces, sino
el brutal despojo y someternos.
Dejar, sin más remedio de buscarnos,
acrecentar los miedos que sabemos.

No me convence esta remanencia
ni el evasivo preámbulo del pávido.
Amplía el recorrido de tu mano!
Sigamos, que no atañe la prudencia!


MI ROCÍO

Mañana, caminaré el rocío
y haré una travesía por la rosa.
Dibujaré el perfume del olvido
cuando enlute su color la mariposa.

Habrá un después y un siempre
en la floral sublimación del trigo
desbordando de canto mi diciembre
desde el rubio pan de algún amigo.

Mañana, andaré por el vino,
elemento vital que da la parra.
Me quedaré al acecho en las acequias
para atrapar un canto de cigarra.

Bajarán los duendes de los sauces,
de los álamos vendrán las salamandras.
Escaparán los ríos de su cauce
hacia el rito virtual de la esperanza.

Antes de que sucumba mi rocío.
Ese; del llano, el valle y la montaña,
teñiré de color los manzanares
y beberé del trinar de las calandrias.

CUENTO

AL OTRO LADO DEL CREPÚSCULO

La cintura naranja donde se iba acostando el óvalo dorado hacedor de la luz, estaba decreciendo cada vez más, parecía alejarse con celeridad a medida que se opacaba. El resplandor amarillento declinaba. Detrás de nosotros las sombras avanzaban con la misma prisa con que huía la luz.
Sobre la laguna, una leve brisa jugaba a rizar la superficie y los juncos que emergían cautelosos y columpiaban impávidos a la espera de la calma que reinaría en poco rato.
Desde nuestra perspectiva se veía el viejo molino junto al alambrado, girando con un ala rota al tiempo que un débil y sediento sonido parecía burlarse de nosotros, asustándonos. Me distraje un momento y tuve que hacer cabriolas para no llevarme por delante a uno de mis compañeros. Otros dos, que venían detrás me imitaron, mirándome con sus ojos dilatados por la sorpresa; pasaron a mi lado meneando sus cabezas conmuecas de reproches.
Mientras buscábamos el lugar donde iríamos adormir, la hermosa e indescriptible tonalidad del ocaso entintaba de rojo las pocas nubes colgadas no sé de donde, pero que estaban allí, casi estáticas, frágiles, sobre un horizonte distinto al de otras veces.
Nunca me sentí tan feliz. Tomé fuerzas y en un impulso de júbilo rebasé a tres o cuatro compañeros que me precedían. Creo que en ese momento mis colores brillaron como nunca y mi cuello se estiró un poco más a causa de mi vanidad.
En tanto nuestro líder asediaba las sombras del anochecer, me extasiaba con aquellos agujeritos de luces sobre el agua, similares a los que había más arriba, sobre nuestras cabezas. De improviso, partió desde los juncos un graznido sin alma que pareció llamar la atención de nuestro guía y, junto a él, enfilamos hacia el lugar desde donde provenía. A mi me pareció ver entre el totoral un par de sombras agazapadas y algunos de esos bichos gritones de cuatro patas. Esos, de hocicos largos con grandes y estúpidas orejas; más feos aún con esa larga cola que creo no les sirve para nada. Cerca de ellos, sobre el agua, ahora un poco más calma por la huida de la brisa, los hoyitos titilantes se iban agrupando cada vez más. Sin duda, volví a comparar, eran iguales a aquellos, que poco a poco, se andaban encendiendo por el cielo; ese cielo que ahora no era ni azul ni negro. Supuse que podía cotejarlo con el color del humo de la madera fresca de los bosques, cuando arden.
De pronto, se reunieron con mis pensamientos: el desconcierto de los truenos y las pequeñas nubecitas blancas que partían desde las figuras agazapadas.
Sentí un pequeño dolor en mi costado derecho y de inmediato, otra punzada en mi pecho. No pude mantener el ritmo. Me faltó el aire y comencé a caer. Tomé conciencia de que me acercaba velozmente hacia los pequeños socavones de luces. Golpeé sobre la superficie y me quedé quieto... Me pareció que aún batía las alas. El frío del agua se mezcló con la sangre caliente y sentí miedo...
Mis amigos habían huido. No estaban en el pequeño fragmento de cielo que aún podía ver. Me sentí muy solo. Solo con la soledad. Me humilló bastante que uno de esos asquerosos bichos de cuatro patas me tomara sin contemplación entre sus babeantes fauces y me depositara como un trapo en la mano fría y áspera del hombre que había utilizado el destello y el retumbo a su antojo.
Antes de la nada, como en un sueño, oí decir:“¡Qué hermoso pato! ¡Mira José, los colores que tiene! ¡Fíjate que pechuga! ¡Qué hermoso ejemplar, parece un macho!”
Pobrecitos... sentí lástima...
Luego, mis ojos perdieron el brillo al mismo tiempo que se fueron apagando los sonidos y el canto de los grillos. Me deslicé por la ventana de uno de esos hoyitos de luces que había visto reflejados en el agua para hallar la sublime inconsciencia del no ser.Acaso, en busca de algunos de mis camaradas y retomar la levedad del vuelo entorpecido. Acaso, para oír mañana... la atardecida copla de las cigarras.

miércoles, octubre 11, 2006

Alina Acosta Arreceygor - San Juan- Argentina


















CUERDA FLOJA

Ella logra mover la tierra
y causa terribles maremotos y gigantes tormentas
con solo decir: A...
No sé cómo puedo odiarla y quererla,
todo a la vez... en una misma vida,
con un mismo corazón y un mismo cuerpo...aún no entiendo,
¡¿cómo puede ser?!
Ella desbarajusta cada momento de calma que en mis
sueños hay... pero...
¿¡Qué sería de mí si no pudiera al menos soñarla!?
Mi vida hace piruetas en una cuerda de paz,
que está a punto de cortarse,
y aunque ella sabe de ese peligro,
aunque a la perfección sabe que si corta la cuerda moriré...
sigue dándole un tajito mas...
Mi corazón pierde el equilibrio...
A fin de cuentas, no sé si ella cortará la cuerda primero,
o si seré yo, quien harto de las incontables incisiones en el alma,
perderá el equilibrio y se lanzará al vacío.


El abrazo


Y allí, entrelazados los dos por un fuerte abrazo,
esperaban el fin del mundo.
No se miraban, ya lo habían hecho antes,
y preferían aquellas miradas, las bellas, armoniosas y mágicas.
En este, el nuevo momento de estar juntos,
sus miradas no serían las mismas... tal vez serían las de otros,
otros ajenos a ellos.
Quizá volver a mirarse los haría huir horrorizados,
cada uno por su lado.
Entonces, no se oirían ni mirarían de nuevo...
sólo se abrazarían, porque eso,
el abrazo, era lo único incambiable...
Abrazo sin palabras, caricias o miradas,
el de siempre, el que no se carga porque no hace falta.
Un abrazo...EL ABRAZO, algo que ni el fin del mundo, con su terror,
Jamás podrán cambiar.

Angustia


Ojos inmensamente abiertos, manos temblorosas, piernas estremecidas que no dejan de tiritar, aire en grandes cantidades, pero siempre insuficiente, dolor en el pecho, lágrima que rueda por el cuerpo... angustia... y la muerte se hace hoy, los temores de antaño son recientes, el valor decrece, las palpitaciones se vuelven fuertes y urgentes.
Angustia... amargo sabor en la boca, inminente, pena y sensación de estar ausentes... Una vez más... ANGUSTIA... los ojos se cierran, temerosos de no abrirse más, la boca se seca y no se puede hablar, gritos fuertes que sólo son silencio, tormentas en el cuerpo, lluvias que inundan al alma, corazón alborotado, sueños caídos, anhelos quebrados, recuerdos latentes, presente olvidado...

Viviendo


Por extraño que parezca uno se dedica a vivir. Nacemos, crecemos, soñamos y desde ese momento nos perdemos en los sueños. Vivimos y eso es lo que mejor sabemos hacer. A veces nos alejamos de la realidad, a veces lo que es realidad de unos no lo es para otros.
Soñamos... sí... talvez esa sea la mejor parte de nuestras vidas, el corazón agita su marcha y se entremezclan las emociones, por instantes nos sentimos libres, hasta que nos atrapa la obligación de concretar lo que ansía nuestro corazón.
Viviendo, muchas veces, topamos con piedras en el camino y caemos, pero al momento nos levantamos, rápido, para que no nos vean en el suelo.
Comenzamos el camino de nuevo.
Viviendo, casi siempre, somos esclavos de nuestros deseos y por locos o inalcanzables que puedan parecernos, con el alma los queremos, entonces alzamos la cabeza, nos ponemos firmes y concretamos esos, nuestros mágicos anhelos.
Viviendo, aunque parezca increíble, no notamos la presencia, constante, de la muerte y los males...Viviendo crecemos, fantaseamos, creemos. Desde que nacemos nos perdemos en los sueños... porque vivir es lo que mejor hacemos.

Héctor Berenguer - Rosario, Santa Fe - Argentina

















POEMAS



Sólo lo mínimo


Cuesta tanto cada amanecer,
hay tanto dolor
en la gratuidad de esta luna diurna.
¿Por qué no quedar así
constelado de belleza
inexplicable,
erguido aún en donde estuve siempre
entre la nada y el asombro?
Por esta fragilidad
de hombre acabado
nada más que por confianza,
por estar en este mundo
y merecerlo.


Lluvia adentro

A veces llueve adentro
y me amparo en la lluvia
para refugiarme,
para hurgarme en lo hondo,
para caer del todo dentro mío
y asì vivir,
ese único instante verdadero
de amor sin reparos
de un bautismo sin lágrimas,
después no recuerdo
donde estaba,
la ropa que tenía,
si estaba seca o mojada.

lunes, octubre 02, 2006

Aldo Novelli - Neuquén - Argentina









POEMAS




En la Tasca


Sentado a esta mesa
bebiendo un vino que no saboreo
charlando con alguien al que no oigo
y según dicen es un poeta del norte,
ella a dos mesas de distancia
habla y ríe sin pudor,
goza plenamente de esos momentos
en que las miradas la rodean,
ella, que no sabe dónde estalla la soledad
o cuántas ausencias me trago en este vaso de vino,
ella
que no sabe de la angustia de los ojos
cuando su cuerpo se torna borroso.

Primer homo

El poeta dice: 'mientras sostengo este mentón milenario',
y yo apoyado en mi mano derecha,
siento un peso ancestral que me conmueve, me sobrepasa,
imaginar la infinita sucesión de padres
que me han dado ser,
pensar - en un acto imposible -
en los perversos, los justos, enloquecidos y humanos ancestros
que me conformaron
hasta llegar al primer homo,
a ese semihombre y mediobestia
que desoyendo todo discurso científico
sobre su primitivo cerebro,
en este instante, hace millones de años:
se sienta en la roca a descansar su sexo
mira la hembra acostada en la tierra
y piensa en mí,
aquí sentado, en una desvencijada silla
descansando del sexo de mi hembra,
garabateando un papel
en esta pastosa noche de verano.
Mientras él, apoyado en aquella roca
sostiene absorto
su mentón casi animal.


La Noche avanza despacio

La voz de Gal Costa susurra
palabras incomprensibles y nostálgicas
desde el fondo de la pieza,
hay una ligera somnolencia en el aire
un atisbo epifánico parece rodearme sigilosamente.
Calma, una dulce calma discurre por mi cuerpo,
siento el tórax llenándose y vaciándose lentamente
y me invade un infrecuente silencio interior,
las voces de los infiernos se han acallado.
Es el momento esperado de la creación
de la palabra sosegada abriéndose paso
desde algún lugar desconocido.
Es la noche que se da vuelta
y avanza despacio hacia mí.

Por estas cosas

Al final de este verso empezaré a amar,
no será un vuelo de garzas en el resplandor de la tarde,
no, no será una imagen tan bella
este amor de palabras transpiradas,
me conformo con una lluvia nocturna golpeando los cristales
en esta viscosa noche de verano,
me conformo con un poco de tabaco un poco de lluvia y
algo más que eso, de algún vino oscuro.
Sucede que me provoca la sintaxis de este verso
casi tanto como la gramática de tu cuerpo,
y todo esto considerando, que no soy un don Juan de la palabra
ni siquiera, un amante latino de bibliotecas deshabitadas
pero aún así
me deshago sin remedio por tus pechos encendidos
por tu ombligo luminoso, por tus nalgas inexplicables.
Por estas cosas, me desvivo en la soledad de la noche,
por estas cosas doblego la palabra muerte
hasta hacerle morder su propia cola.
Por estas cosas, y unas pocas más
al final de este verso empezaré a amar.

Visita

La fui a ver con alguna excusa
- hola como estás - me dijo
y pasé a su living.
Tomamos un café y charlamos de nada y de todo.
La verdad, que mientras hablábamos
estaba especialmente preocupado en descubrir
si estaba sola, si no había nadie en las habitaciones.
Estaba contándome sobre las últimas
aventuras del hijo menor,
pero yo solo pensaba
en levantarle el vestido
arrancarle con violencia la tanga
(que se traslucía con el sol)
y penetrar en su delicia dulce y mojada,
así, sentado como estaba
y ella cabalgando con fervor
sobre mis piernas.
Después nos despedimos con un beso
- no te pierdas - me dijo, al salir.
Justo a mí, pensé
que siempre me pierdo cuando la veo.

Hablando de ciertas cosas

Ahora hablo de otras cosas,
de razones dudosas para sostenerme
de ciertas ideologías descoloridas,
de algunos hombres envueltos en niebla
o mujeres un poco agotadas de amar
y de esos mundos desparejos y absurdos.
Ahora hablo de otras cosas
y no sé si soy claro.
Hay una deshilachada humareda en mis palabras
ya no me sale -mi querido César- espuma por la boca,
ya no cabalgo como el viento palabras desbocadas
azotando su lomo para meterles vehemencia,
ni siquiera corro el colectivo cuando
está escapando de la esquina,
lo dejo pasar con cierta displicencia.
No estoy hablando de la incipiente vejez
o del interminable cansancio de la lucha,
nada tan sabio o valeroso
nada de eso mi viejo amigo.
Ahora hablo de otras cosas
y no sé realmente, si soy claro.

del libro: “La noche del hastío” - Ed. Limón – 2003

Carabelli

Silvia Spinazzola (Silsh)-Buenos Aires- Argentina
















BOSTEZO

Desdentada penumbra sobre el piso
juega con los recuadros de colores

la mancha de humedad
se contornea
al declarar en huelga sus matices.

Miro a través del celofán
siluetas en retazos
de tiempos a destiempo

y una hormiga
que pasa displicente
me roba una vocal de madrugada.

DE LA FRAGILIDAD DEL FÓSFORO

Si un fósforo
se quema tan despacio
según permita el aire
o la madera
/apostar a la Vida
nos trasciende a ser soplo/
No se puede escapar
a la herida en la piel
ni a chispas del amor
ni al precipicio.
/es trágica la historia
de este animal perverso/
Insatisfechas dudas
nos tiznan las certezas
sueños de humo
olerán a nostalgia
y detrás de una lumbre
buscaremos salida.
/no hay pólvora que estalle
si toca la humedad/

Somos siempre aprendices
decapitando brasas
para huir de las sombras.
Un resplandor que corre
hasta apagarse.
Tan solo oscuridad
y alguna astilla.

JAQUE MATE

Había un ajedrez sobre la mesa
sin movimiento ni partida

sólo el eco de un "jaque"
en sus miradas.

Se encontraron perdidos

y abandonaron
por temor
a no poder jugarse.

POETA

Hay tensión en la mano del poeta

mientras vomita su dolor
que alegre condena a lo implacable.

Desciende hasta el útero
del verbo

por arrancarle las entrañas
se divierte

en abrir llagas
cuanto más se hunde.

Ese estadío que desnuda
por recrear el péndulo

donde el hábitat
ironiza su sentencia.