miércoles, enero 24, 2007

Esther Montiel de Sajoza - Tucumán - Argentina
























POEMAS




EL CORAZÓN

A cierta altura del cuerpo
esta el corazón
como un pez de colores.
Sus parpados rosados enciman
una vez en la vida
y para siempre
diminuto mar rojo
de sedimento tibio
alimenta su sed
de permanencia.
Somos tú y yo
los que trocamos
el golpe por la música
los que cortamos el musgo
de la niebla
sedientos por el agua
de la vida.
A esa altura mi amor
no hay estación ausente
a lo sumo al final
hay silencio.
VUELO

Desde esta rampa
un poco erosionada
a diario inicio el vuelo.

Persigo el horizonte
por izquierda o derecha
me convocan las fábulas
del viento.

Me lleva por valles azulados
donde se apaga la niebla.

A veces duele el vértigo
regresa por donde
giran los recuerdos.

Así todos los días
hasta el penúltimo.



ESA MUJER

Que borda cantando
pasa por el ojo
de su pensamiento
el hilo que luego
será grueso hilado.

Esa que es ombligo
de magia
desnuda los rostros
del alma
maneja las redes
del tiempo
al ritmo de danzas,
se acerca
se aleja
y se hace poema.




DOS MOMENTOS

Por la mañana
la memoria de Babel
gorriones con sus juegos
pasan.
Suenan computadoras
se pierden palabras
en el trafago
visceral nutriente
En la noche
acecha interroga
Un segundo agita
el aire de un secreto
Un verbo se conjuga
lentamente
Tu El Ellos
Aves de luz
renuevan la semilla ciega
contemplan el cerezo
que doblo el orgullo
los misteriosos días del amor
Como de cajitas chinas
asoman rostros
mensajes
distancias agónicas
Hace la noche
bajo el dolor mojado
del recuerdo.




POEMAS I

Imprevisto será el día
con rumores de ausencia
el dolor de la ducha
ahogaría obediente mis lagrimas
frente al desfile de paginas
Ardientes o vacías.
habrá muecas y silencios
resplandores sagrados
preguntas sin respuestas.
Dejare mi sombra
en la esquina atardecida
y subirá luz
en un rosado renacer.
del alma.




POEMAS II

En el aire un murmullo
traspaso la vidriera
colores sus mejillas

Cereza en el vestido
concierto de sol
el beso de unos labios
en un solo vidrio
La citara del viento
lo llevo.

Sebastián Nofal - Tucumán - Argentina









POEMAS



poemas de resistencia

I
agua en la cara
viento en la cara
sol en la cara/
la vida es simple.

los bichos se zambullen en las panzas de las plantas
las plantas abren sus panzas al sol
el sol se apoya en todo lo que ve/
la vida es casi tonta.

hace calor
hace calor en el aire
hace calor
hace calor dentro de los ojos
y más allá/
la vida es sorpresa es crueldad es aburrimiento.


II

se trata de desplegar las velas
de azotar al caballo firme, seco
de clavar la lanza en la mitad del río y no volver a mirar atrás
de usar el fusil muerto de muleta y caminar

una bolita empuja a otra y ésta a otra y otra
(entre todas cuentan el tiempo que es caída y acumulación)

se trata de beber el veneno alucinados por la verdad
de dudar hasta del silencio y gritar ganando el final
de saber que es día o noche o hambre
de escribir mientras un muerto se nos sienta en el hombro y habla y habla

cada bolita vuelve a su lugar
(el tiempo vuelve a gotear arrastrar repetir)



III

en el color exacto de la mirada
en el grito coro del amanecer
en las manos y los óleos y lo que aparece bajo los dedos
en la respiración del sueño o pesadilla o reposo
en lo que dice el aire mientras todo se derrumba
en uno que se murió de tanto dar vueltas al mundo
y de tanto volver
ya no volvió
en el olor del monte vivo en la piel abriéndose como boca/
en sueños de agua clara/ de bocas sin gritos/ de angelitos vivos.



nuestra sangre

I

nosotros (próximos fantasmas de esta casa
tristes tibiezas/
artistas de la distracción,
arrastrando nuestros cuerpos
invisibles
en el camino
a la noche
al cerro-
las historias suelen desbocarse
y se nos crían
hasta quebrarse de risa.


VII

los primeros muertos,
mañanas heladas en la nuca
en el último aire
que sale por la boca ( montamos
cólera sobre cólera
hasta que el odio es fuente
ácido
tumba viva/nuestros cuerpos-
qué tienen nuestros ojos
qué olor nuestras almas
que siempre todo igual lo
mismo
empecinado/ más temprano y más tarde
más cruel.



sangre de la noche

en nieblas/ camina/ en desiertos
en círculos
las bocas se muerden las nucas
todo gira
como si la vida empezara
o tuviera fin /corta vida condenada

(extraño bicho
que intenta olvidos de lo más ridículos
que sufre carne viva
alma muerta
futuros que no logra imaginar
que teme un final
que ruega empezar de nuevo
mejor
más puro
repitiendo un cantito que no se le despega/ que vuelve
como bocas
que muerden nucas

Candelaria Rojas Paz -Tucumán - Argentina




POEMAS

.

Y NO ESCRIBO

.

Hace años

Siglos de ausencia

Que no escribo flores

Que no escribo eternidades blancas

sahumerios fantasmas de tinta.

Hace años

siglos blandos de luz

que no lloro el papel

que no concibo cruces al borde de mi abismo.

No se de bandoneones ni tristezas

Solo de cáscaras benditas

mascaras que vienen a poblar la carne

Y no escribo.

Hace siglos de ausencia

que no llevan nombre.

Perfumes solos

Que vienen a escribirme

y no se van.

.

.

EL HOMBRE Y LA GOTA

.

Que tristeza me da

La gota que se desliza

Lentamente

Por el vidrio

Transpirado

De la ventana.

Parece

Como yo

Intuir

Su irremediable final.

.


AL FINAL DE LOS DÍAS

.

La carne que somos

ya no esta dispuesta a retenernos.

Ni la sombra pretende

Seguir apretándonos los pasos.

Pero hay eternidad colándose

Entre las huellas de las caricias,

Los pedacitos de olores,

Las marcas de los ojos,

La piel abierta a otra piel.

No somos el esperma derrotado

Hablándole del llanto a las paredes.

Somos minúsculos

Cenizas al borde del barranco

Con el latido retumbando

Cercanamente

Lejos.

.

RESUCITAR

.

Si volviera al cántaro

donde sorbí estas lagrimas

Recorrería los huesos del agua

para quebrar

uno a uno

los vestigios de la muerte.

Quiero llorar

resucitando.

.

MUECA

.

Con la dentadura rebosante

Hago saber de las sonrisas que no llevo.

Muerdo entonces la nada

El aire moribundo de la memoria.

Traigo carcajadas abiertas para los días de insomnio

Y las noches que no acaban.

Vivo como un muerto

Entre las sombras que laten.


RASTROS

Los rastros de una mujer

crujen desde mis ojos.

La pequeña dentadura de una lagrima

puede desgarrar cualquier parpado.

Raúl Acosta - Rosario - Santa Fe - Argentina













POEMAS





LILABLUE


Están cayendo
flores del jacarandá
todas.
Llueve sin cesar.

El verano encontrará
ramas desnudas
obscena soledad
de la amargura.

Oscuro verde
pintará la tristeza
despacio.


El sol,
obligado,
hará los gestos del cultivo.

Con la primera flor
empezará
la pérdida
el gesto del adiós.
El mismo.



VENCER AL MEDIODÍA

El sol parte el día.
Pocas sombras resisten
arde la casa.
Es tibia el agua
y una humedad
al final de la galería
resiste.

El aposento
arrancará el recuerdo
tendrá la forma
exacta
que la memoria presta.

Flores regadas
arvejillas simples
y el ruido de la calle.

Su voz se confunde
con la Gracia.

No se entrega el sopor.
Enero terminará
puedo esperar el azahar
conozco su jugo
cantando en mi garganta.



Fotografía

Hay un mundo ahí. En grises
se pierde el horizonte.
El mundo está fuera. (Adentro).
Hay que mirar sin prevenciones.
Inquieta el aire, no se ve el movimiento.
El fotógrafo capturó el ayer,
aquí lo deja. Tenedlo, es vuestro
--dice--sonríe, desaparece.
Se lleva el alma de la foto,
suelta la nuestra que se mete,
ocupa el sitio de una sonrisa, la mitad
del gesto. El sombrero debería saludarnos,
el perro ladrar, mereceríamos un beso.
Estaría bueno que el sol nos queme,
entibie nuestra espalda, estire
la sombra de los árboles y la nuestra.
El papel revelado se ha tragado
todo lo que había. Bostezamos
para que salga el alma, muerda la copia
(12 por 16), obligue al griterío. Está mi madre
en la instantánea. No me ve.
Quisiera decirle tantas cosas.
Se sabe cómo empiezan estas quejas.
El final es incierto. Así queremos que suceda.
Mirar el ayer, como si hubiese sido
detenido. Es una maravilla toda fotografía
que cuenta lo que no vimos. Ahora lo cuenta.



Antigüedad

Tengo un dulce, cálido sabor,
a licor de naranjas en la siesta
Estoy leyendo una carta
de las de antes, papel, suave tinta celeste,
olor en el sobre, letra pequeña.
Mi madre escribió esto, no se a quien,
es la segunda hoja:
" y grandes mirasoles esperaban que llegases,
para ocultar, con su sombra,
nuestros cuerpos..."
No hay título, destino, nada que acerque
la confesión a un domicilio,
una sencilla forma del pecado,
escondidas caricias.
Esa caligrafía ya no se encuentra.
Todo ayer es delicia,
naranjas tibias en la siesta, misteriosa confesión,
perfumada dulzura, perdida.



Sin hurto

Adquirí la costumbre de mi padre. Regalo,
como él, cosas de la casa. Al día siguiente
faltan utensilios, algunos muebles, ropa. El
dinero no, la plata es otra cosa. Se oferta,
simplemente, casi en silencio.
Me recriminan esta actitud mis hermanos,
algunos familiares, los hijos.
No hace falta tanta generosidad.
Es una tontería lo que haces.
No puedo explicar la felicidad por viajar
ligero, ver la sonrisa en distintos rostros.
Por instantes soy objeto. Voy en los otros.
Un destino inesperado.
Engañamos un momento a la suerte,
me respondo. Callo. Sonrío. Las muescas
al olvido no las cobran, pienso. No lo digo.
Mi padre era callado. Fue su costumbre.




Latidos

Apurado el corazón avanza
Se lo escucha latir en los pasillos,
en largas colas de abonados,
en esperadores de algún beneficio.

No ha descansado y no lo hará.
El corazón se sabe mustio, no ha caído,
no lo hará, no, se repite a su ritmo.

Quién sabe qué cosas ignora el corazón
de la vida, el arrabal, horóscopos,
vaticinios. Da, por si, una certeza.
En un abrir y cerrar se pasa
del pánico a la vida.

La inversa es válida en algunos casos.
Los visitantes, las despedidas,
el disgusto maternal. Injusticias
que resuelve su latido. A su modo.
Como decida. Que siempre ha sido así.
Siempre.

jueves, enero 11, 2007

Leticia Mure - Tucumán - Argentina


















POEMAS


Percepción

Más allá del tiempo
me encandilan las infinitudes
el grito de la tierra
la materia encarnada
en otro abismo

Un remolino de luz
- lenguaje inconsciente de galaxias -
vaga
en místico mensaje
sobre la piel
de
mi
universo.




Flor de Oro
Encontremos la Luz del Espíritu para
pasar de la muerte cotidiana a la Vida

Elixir
vas y vienes
entre las raíces del cielo
y las cavernas de la luna
Quiero llegar
al Centro de tu Luz
colmar las nubes
cada sombra
cada instante
Que en tus valles
fulguren los eones
y las voces de Tu eco.


Dimensiones del silencio


Comenzó
como una llovizna
de inmortalidad suprema
como una invocación de paz
que se ofrece deleitosa
Reprimida paz
donde luces y tinieblas
se encuentran divergentes
y la unidad del hombre duerme
en las dimensiones del silencio.



MÁSCARAS


Perfil de una imagen
enemiga de la esencia
albergas en cavernas
como oscura figura
de pronto tangible.
Recorres con tus manos desnudas
el desierto de los rostros.
Una máscara...y otra....y otras
se desplazan con miradas escondidas
reverencian al viento que las roza.
Los efluvios
se esfuman
en un frío de destemplanza
donde la conciencia tiene muerte
y los rostros máscaras.





ME CONTEMPLO AHORA

Me contemplo ahora
en un silencio sin tristezas
me interno en las ásperas quebradas
que bordean precipicios - abismos de conciencia -
Cruzo vertientes cristalinas
donde el viento roza los astros.
Me contemplo ahora. Hoy. Con alegría.
Sin asombro.
La verdad me seduce
Voy a ella
a los lagos de nácar
a las luces del recinto
en que he nacido.


Perfume a búcaro

En el vacío sideral
de la noche
hay lumbre
agitada por la brisa
tenues recuerdos
de cielos anteriores
Hay faros eternos
sostenidos por estrellas
de dimensiones celestiales
Hay tierra
con perfume a búcaro

en el ocaso de la tarde.

jueves, enero 04, 2007

Celia Aiziczon - Tucumán - Argentina


















POEMAS

MNÉMESIS

¿No es acaso la forma del olvido
la más cruel de las muertes
estando vivo?

En este río Lethos
Donde todo se pierde
Y no hay memoria
Donde
Niebla y silencio
Oscuridad y nada
Engullen al nombre
A aquello que nos llama

¿No es acaso la forma del olvido
la única y perversa forma
de la muerte?


RÍOS OSCUROS


Ríos oscuros

recorren tu cuerpo.

Vital, renaces

en cada recorrido

y el torrente

arrastra al mar

los infinitos brazos

de los ríos oscuros.


SUEÑOS

El mundo entero sueña
Silencio...
La eternidad se desvanece
en pedazos de tiempo.
La noche desparrama
miríadas de colores
que juegan con el blanco
del día que amanece.
El mar recoge espuma
y mira para adentro
destelllando esmeraldas
y corales.
El sol afiebra las arenas
del desierto infinito.
Las marcas de pisadas
preanuncian su forma
un ahogado bostezo y
el sueño ha terminado.



SE MIRAN...

Se miran, se encuentran,

Se reconocen,se acercan,

Se tocan, se acarician,

Se abrazan, se extasían.

Se consuma el amor...

Se desperezan, se separan

Se miran, se desconocen.



INSOMNIO

El insomnio acorrala la noche ,

la atrapa entre sus redes,

y teje sus telas de fantasmas,

de ensueños,

de finas fantasías.

Laberintos por donde viaja la memoria,

buscando el centro

que, esquivo,

se desvanece en nuevos desencuentros.



PARA VIVIR

Para vivir es necesario
Inventarnos todas las mañanas.
Inventar nuestro cuerpo
que resista el dolor de toda
la jornada,
inventarnos un rostro
que se atreva a mirarse en el espejo,
inventar este sol
-que brille y nos alumbre-
que nos caliente nuestra piel ajada,
que refleje la sombra que nos queda,
inventarnos un sueño
-quizás una alegría-,
un dios que nos proteja...
inventarnos que somos todavía,
sólo así es posible vivir cada mañana.

miércoles, enero 03, 2007

Ricardo Rubio - Buenos Aires- Argentina



POEMAS






HADO

Soy a este mundo,
indago ecos de un secreto
que recorre sus pasillos.
Acaricio las manos del origen
con un recuerdo incomprensible
que brota de la oscuridad.
Llegué con odas y azucenas,
cálculos y martirios,
con un escozor parecido a la destreza.
¿Qué hago con esta carne
en medio de la nada?



REFLEXIÓN GRAVE

Separada la materia de la forma,
cada mañana se ahoga un cuerpo
que clama en el vacío.
Es el espacio sordo
—cubil del plasma—,
la vida
que flota en los paisajes de adentro.



PARA FINGIR UN DESTINO

En medio de la ráfaga que huye del reloj
agito las manos para abrigar el desatino.
No son más que piedras
donde hay excesos de luz para la risa.
Vago secretamente
a pura sombra de golpes en la nada,
de coces tremendas, de finitud.
Acaso una vigilia dedicada a la destreza
prodigue aires de restauración
o versos prisioneros de las razones que encierra.
Puro invisible,
esta materia que inhalo.



DE REGRESO

Me verás volver entre líneas de agua,
simplemente,
sin más deseos que partir
gota entre las gotas.
Será a plomo y en silencio,
un paso inmóvil desde el umbral de la hondura.
Me libraré del apego a las maderas de esta casa,
a los bolsillos llenos de imponderables.
Saldré de esta ropa, de este latido,
para ser disperso.
Me iré sencillo
a conversar con la niebla.


REFLEJO DE FONDO

El modo de decir, entre otros miedos,
llena de dólmenes la casa;
el diálogo se inquieta entre migas,
patios y biseles.
Algunas veces,
cuando el sol entra en el aljibe
esta cara,
derivada o sola,
se agranda en la caída.

EJEMPLO DE BOSQUE

Sostengo un pájaro en los ojos
cuando la tarde lo encierra.
Mi despojo es la idea de admirarlo,
la dicha de creer que lo veo
o de sentir que entre nosotros
existe algo más
que una mutua incomprensión.


LATIR

La piel es indicio de luz en la caricia,
en la amplitud de la espalda que reúne los abrazos.
Ardid de un génesis urdido a carne
con la sentencia inequívoca
de aquello que de luz tiene la tiniebla.
Sometidos a esta ley
sospechamos lo tenaz de estar latiendo.
Casi predecibles en el goce
o esclavos de un secreto que no se intuye,
nos hundimos en la inercia de buscar la llama
y de quemarnos.


UNA MUJER SE TIENDE A LA INTEMPERIE

Esa desnudez que extiendes en el aire
es el afuera de tu forma,
el tacto de tu densidad.
Pero tu carne de mujer a gritos es ardid,
crece única en la intención
de la daga que danza en la finta.
No descansa tu redondez enfebrecida,
sucesivas ráfagas la colman de colores
y son apenas mortales si te arrojas al temblor.
A veces el ahogo,
a una palma del aire,
es la virtud del agua en que nadas.

Carlos Kuraiem - Buenos Aires - Argentina












Ah, mis hijos

heredarán la verguenza
de su padre

Sabrán que uno puede fallar
y falla

Sabrán más
por ellos
cuando sean grandes

Verán derrumbarse mi sombra
contra aquél árbol
de moras blancas
tal vez

vean las estrellas
el cielo
como los vi

Oirán de otros caminos
se abrirán a otros caminos...

Reliquia

Busqué en la siesta
de mi infancia
a mi madre
treinta ańos más joven
y la encontré
acomodándose la peineta
en el espejo
del aparador
mientras lo hacía
cantaba...

Busqué a mi perra Toba
y la vi muerta
contra el cordón de la calle Formosa
yo lloraba
mi mano la acariciaba lentamente
una y otra vez

Recuerdo mi mano.

Busqué la noche estrellada
mi padre y yo
volvíamos de un casamiento
caminábamos
por lo ancho de la calle
aún escucho su voz
contándome cosas de su vida
cuando era soltero y alquilaba
una pieza en el barrio de Versailles

En su boca la noche espumaba estrellas...

Manifiesto


Cierta vez sorprendí a mi padre empezando una carta para enviársela a mi tío en Santiago. Tardó meses en escribirla. Cada noche, después de regresar del trabajo y en la sobremesa, le iba agregando una o dos líneas. Paraba, con sumo cuidado apoyaba la lapicera a un costado de la hoja blanca y se ponía a leer en voz alta, con dificultad, su propia letra, como si gozara escuchando su voz que leía lanzando una risa cada vez que terminaba en el punto. La firma la practicó no sé cuantas veces hasta que se decidió por la que mejor le salió.
Cuando acabó la carta y compró el sobre para mandarla, mi tío que estaba muy enfermo había muerto.
La carta estuvo guardada en su valija durante muchos ańos.
Era un hecho.
Mientras esto ocurría yo juntaba cobre, plomo y aluminio por las calles y los iba a vender para, con esas monedas, comprar las primeras revistas y libros de aventuras. Con el tiempo se multiplicarían hasta no caber en el ropero familiar o en el aparador de mi madre junto a platos, vasos y el cestillo del pan.
La casa conoció así los libros.
Con esas primeras experiencias comencé a caminar y me dí cuenta que para escribir, un papel basta, luego otro y otro más.
Si algo somos es poetas entre todas las cosas y no sobre todas las cosas.

Teresa J. Amad - Tucumán - Argentina











CUENTO







La Sentencia

Era invierno, si bien es cierto que esta estación no me desagrada, si me molesta pasarla en Buenos Aires. No aguanto el viento en el rostro, menos aún cuando sopla fuerte, me hace retroceder, me enrojece los ojos, desordena mis cabellos, e hiela mis manos y pies. Pero ya estaba allí; debía asistir a un congreso muy importante. Una vez instalada en el “Bauen Hotel” decidí salir a recorrer la avenida Corrientes, para ver si algún espectáculo llamaba mi atención. Apenas caminé lentamente unas cuadras, cuando vi una señora que creí conocer. La observé con disimulo tratando de identificarla: su figura era la de una mujer joven, su vestimenta pasada de moda, su cabello, un poco descuidado, estaba sujeto atrás con un “colero”, su rostro reflejaba dolor y sufrimiento, su cara, desprovista de maquillaje. Miraba la vidriera con mucha indiferencia, su manera de pararse me hizo pensar, que salió a “matar” el tiempo. No demostraba interesarse por nada.
En un momento dado, giró con displicencia, me miró pero yo di vuelta mi rostro, no quería que notara que la estaba observando.
Sentí que se acercaba, me tomó del brazo y exclamó ¡Victoria! ¿qué haces acá?. Su voz era inconfundible ¡Paula! Lo mismo pregunto yo...
Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano, para que no notara lo alarmada que quedé al ver su aspecto de abandono. Teníamos la misma edad, ella parecía ahora diez años mayor.
Charlamos unos minutos, me dio su dirección y le prometí visitarla antes de regresar a Tucumán.
Fuimos compañeras en el colegio “Santa Rosa” desde el jardín hasta terminar el secundario, después tomamos distintos rumbos; yo ingresé a la universidad y ella creo que se casó. Tenía los mejores recuerdos suyos, era la más aplicada, la de mejores modales, la que ayudaba en las “pruebas” a las que como yo, no dedicaban tanto tiempo a los libros, pero sí a las fiestas, y a charlas sobre “galancitos” de turno. Como era muy sensible y romántica, era también la que nos escribía las cartas de amor, o nos daba consejos muy atinados cada vez que una tenía conflictos sentimentales, aunque ella jamás estuvo de novia ni compartía nuestras salidas.
Regresé al hotel, me duché y pretendí dormir. La imagen de Paula se había instalado en mis recuerdos. ¿Porqué tanta decadencia? ¿qué pasó en su vida para estar tan arruinada?.
Poco a poco fui hilvanando acontecimientos que pudieran darme una pista que justifique su estado.
Traje a la memoria un diálogo que tuvo con su madre, a dos meses de egresar del colegio; ese día fui a tomar el té con ella, y me enteré que estaba de novia con un tal Sergio, además su padre había fallecido a la semana de recibirse.
Han pasado doce años y aún recuerdo ese diálogo textualmente.
En esa ocasión, la madre, dirigiéndose a mí me dijo: -escúchame Victoria ¿no te parece que Sergio es muy grande para Paula?- como yo no lo conocía, no pude opinar, pero si recuerdo lo mal que me sentí al producirse ese intercambio de opiniones, un poco subidas de tono, entre madre e hija.
- bien podría ser tu padre – le decía la señora.
- Esto me beneficia más, mamá, por ser mayor, es más responsable, ya pasó por los arrebatos y locuras de los jóvenes, vivirá sólo para mí – decía con soltura Paula.
- Es eso lo que me asusta - hija – temo por ti, eres tú la que no ha vivido. No tienes experiencia. Has pasado tu corta vida entre libros, sacando las mejores notas para agradar a tu padre. Hoy, que él no está, sigues ofrendándote a él, sigues sus mandatos, privándote de salir con amigos, ir a fiestas e ir a bailar. Quizás eso es lo que más le gusta a Sergio. Eres distinta a las otras chicas de tu edad: muy casera muy sobria para vestir, muy prudente con tu lenguaje, con tus actitudes... y muy reprimida en tu conducta.
- ¡No creo ser reprimida! – gritó Paula.
- Si, hija, fuiste la niña perfecta para tu padre: dócil y sumisa, la hija que todo padre severo quiere tener. Tu novio cree que también serás la esposa perfecta, pero yo te conozco bien, hija, tu temperamento no es así, tus impulsos están frenados, mejor dicho, los reprimió tu padre con severidad. Sabes que la permisividad no existió en esta casa para mí, ni para ustedes. No es casual que tu hermana se haya divorciado apenas murió tu padre, él representaba, al censor que no permitía que nadie haga comentarios desfavorables de sus hijas, condenándolas a ajustarse a normas sociales, ya perimidas, esclavizantes y tortuosas. Han vivido sujetas a mecanismos de defensa, que les permitieron subsistir, pero no vivir en libertad. Racionalizando todo, o sublimando en le mejor de los casos.
Sé que tengo parte de culpa, por temerle y no enfrentarlo, por no defender la autonomía de ustedes, pero estoy dispuesta a salvarlas de un futuro errado porque inconscientemente siguen sus mandatos, son fantasmas que te persiguen a ti y a tu hermana ¡despierta, hija! no permitas que esa pesadilla en la que viviste malogre tu futuro. Un día esa máscara caerá, tu rebeldía aflorará, tus inquietudes despertarán, tus alas, sujetas a tu cuerpo querrán aletear y volar; hasta hoy las inhibiciones te lo impedían. Pero ¿hasta cuando?. Sé que vencerás barreras, pero chocarás muchas veces y el precio del despegue será muy caro - ¿por qué no entras en terapia? –
- ¿para que?, sé lo que quiero – contestó Paula.
Yo permanecía en silencio, era obvio que al tener la misma edad, es decir, adolescentes las dos, me inclinaba a favor de Paula.
Yo también soñaba en esa época, con el vestido de novia, con la fiesta, con los regalos... con el viaje, y con un montón de quimeras propias de los pocos años vividos.
Rossana, la mamá de Paula seguía insistiendo – en terapia, podrás elaborar tus conflictos; después de tu análisis, si sigues convencida que el paso a seguir es lo correcto para ti, yo seré la primera en decirte: ¡adelante, hija!...
Paula no entraba en razón, su madre salió del aprieto, ofreciéndonos helado casero y se retiró moviendo la cabeza.
¿Tendrá que ver ese antiguo diálogo, con el presente de Paula? – me pregunté.
Mientras miro los cuadros que adornan las paredes del hotel, reflexiono: ¿se habrá casado con Sergio?. Mis estudios y obligaciones me apartaron de ella, incluso no sabía que vivía en Buenos Aires.
Al otro día, al enterarme que el congreso comenzaba a mediodía, decidí visitarla, eran las diez horas; me recibió en camisón y chinelas; por su aspecto me di cuenta, que no se lavó ni siquiera la cara ¡qué decir del cabello y de sus ojos llorosos!
Me condujo a su dormitorio, me puso una butaca y ella se sentó al borde de la cama - ¿sabes? - me dijo – acá estoy desde las ocho de la mañana, pensando qué hacer con mi vida, mi matrimonio va de mal en peor. No escuché los sabios consejos de mi madre y acá estoy, atrapada en una celda, atrincherada por la mezquindad de un hombre mayor, cegado por los celos, con distintas culturas, con la misma rigidez de mi padre, y en un espacio reducido, irrespirable. Siento que me estoy atrofiando. A cada instante elevo mis ojos al cielo y repito: ¡tenías razón madre!.
La puerta de calle se abrió de golpe, yo me sobresalté, entraron dos niños, tiraron sus mochilas sobre la mesa, y gritaron - ¡ya estamos acá mamá!... Sin sacarse el uniforme, se sentaron frente al televisor a mirar “dibujitos animados” mientras gritaban: ¡tenemos hambre, tenemos hambre!.
Lo último que alcanzó a decirme Paula es lo siguiente: - retumba en mis oídos la voz del sacerdote, que al casarnos dijo: “hasta que la muerte los separe” y corrió a improvisar el almuerzo.
Mientras regresaba, yo me preguntaba: -¿retumba en tus oídos la voz del sacerdote... o la de tu padre?.

Yasyir