domingo, abril 29, 2007

Manuel Martínez Novillo (H) - Tucumán - Argentina


POEMAS
La cinta amarilla

Roba para mí la cinta amarilla, lluvia veloz,
porque mañana para mí no será un nuevo día.
Que no hay suerte valedera, que no hay rima
Para el perdón,
Para el perdón por la vida,
Para el perdón por el sudor insípido,
Para el perdón por los días del invierno.
Roba para mí la cresta del sol, rabia feroz,
sólo tu y yo sabemos lo mal que huele mi cama
a la hora del amor.
Que dioses no quedan sino en los sueños, que poetas
Los hay muertos,
Y suntuosos,
Y bellos,
Que fuera de este claustro quedan aun versos por ser escritos.
Roba para mí la dicha de los cisnes, viento atroz,
porque estoy tan sucio que no me lastiman ni las garras encarnadas
en el corazón. Déjame ser testigo por hoy, Dios, déjame ver el fondo del camino.
.
A la hija

A la hija de mi vientre le prometo la caldera,
que será cielo de huracanes celestes,
caravana de cantores en la nocturnidad.
En la cosecha de las semillas que acarician
ha de velarse un follaje de maldiciones,
han de gemir los cardones anunciando tu llegada.
Suelta la barca, que la oscuridad es eterna.
Ni de dulces ni de esperanzas -hija mía-
me han llenado el legado de la vida.
A la hija mi de vientre le suplico me perdone,
por la vehemente piedad que he tenido
con los que no dejaron crecer al mundo de una rosa.
¿Con qué parte del amor me han amado?
Misericordia, calamidad de diosas terribles.
Ruiseñor del azahar y del divino pecado.
¿Con qué parte de la razón me han matado?
Pasión, cadencia de desalmados.
Perdón de los amantes que se han cansado.
Tengo menos de veinte años maltratando la cordura,
y no se cuantos menos de enamorado.
Acaba de escapar el siglo XX en la memoria,
derribado de traiciones nocturnas,
aniquilado de sustancias enfermas.
Ya se han muerto los hombres que lo hicieron cantar
en su momento de locura.
De gloria y vanidad no están hechas ahora sus tumbas.
Ya se han muerto las mujeres
que habrían de compartir su sangre con la mía.
Perdóname por la risa, hija del desamor,
que es lo único que me ha dejado la brisa.
A la hija de mi vientre le prometo una canción,
mas no ésta que se muere de dolor,
que es engendro del mundo y de la soledad.
De "Las vidas del amanacer"