viernes, enero 11, 2008

Norah Scarpa Filsinger

POEMAS


Nocturno


Luna llena:
como una música solemne catequiza
el sideral espacio anonadado.
Deslumbramiento
de bestias enceladas. Estalla en llamas
la corola amarilla del lapacho.
Silencio.
Duermen los pájaros plenos de presagios.
La tierra, demencial, se mira en ese espejo.
Se ha dormido la luz sobre los árboles
en ejercicio de eternidad.
Distante,
sólo la música virtual del universo.



Jardín de la República


Eran las diez de una mañana de sol oscura luminosa
cuando bombardeaban los cerros.
Tan sólo azul dibujando el viento mejillas brazos manos
daban ganas de vivir.
Había seguramente perfume de azahares en el aire
y cuando en Tucumán florecen los azahares
rincones calles hasta la apretada selva se inunda con su fragancia
que se enreda con los olores de jazmines del pedemonte.
En mi casa la Gloria Dei de mamá
extendía a lo largo de sus tallos
metralla de rosas encadenadas
a veces amarillentas a veces rosadas.
Posiblemente era también época de molienda
y sobrevolaba con los aviones el aroma de la miel de caña
y quemaban en los surcos las malhojas
y sobrevolaba con los aviones la negra ceniza
penetrando por los resquicios de las casas
junto con el sonido de las explosiones
ensuciando los frontis los patios interiores
con madreselvas y parras reverdecidas
en la pura promesa de la uva mato
las sogadas de ropas recién tendidas.
Pero pese a la ceniza ese día Tucumán realmente era
-como alguien dijo- el Jardín de la República.


Futilidad de la rosa

Consternada la rosa
ve pasar el otoño.
Fugaces ayeres declinan
y la memoria de soles
en la clepsidra
huye.
Ciñe el espanto su corazón devastado
como un pájaro mudo.
La rosa sueña.
Presiente apenas su inconclusa existencia.

La noche circunscribe
su perfil.
La turbia palidez
lastima
la oscuridad que avanza
en aguijones de sombra.
Desvaría la rosa.
Sueña ser luz y seduce a la noche siendo aroma.

Reticente, la rosa
soslaya un nuevo amanecer
La subyugan
libélulas errantes. Su giro intemporal
enrostra al viento que la incita
y despoja.
Insomne, se ensimisma
en ajenos ensueños,
como una flor del agua.
La rosa, alucinada,
olvida que es tan sólo memoria de una rosa.


La casa


Esta casa de firmes cimientos
que sobrevivió a unas cuantas generaciones,
que no abatió
la piqueta de la ira urbana,
casa con ojos
para ver la calle al cerro
y el cerro mismo
y no mirar hacia adentro
antiguas y pesadas
agonías,
aunque albergó además años de paz,
de juventud, niñez y esas cosas,
esta casa tan llena de recuerdos
y de moradas uvas
hoy se halla vacía,
ya nada nos dicen sus paredes
desprovistas de todo,
pero hay algo aún,
el aire que en ella se respira,
será su alma
o la voz de mi madre
que aún repica.



Esas cartas

Esas cartas ocres de tiempo,
cartas que ordenan los silencios,
con vidas
de los otros
pero sin mí
o con mi posdata,
en las que no me leeré
ni me leerán,
cartas en blanco
llenas de palabras,
de enmarcadas ausencias
en retratos también ocres,
cartas sin muertos,
no hay muertos en las cartas,
la muerte no existe,
está en otro universo
no en el universo de las cartas.
Sólo las cartas están muertas.


Nogalar de Tafí Viejo
en el nogalar agostado
de reclamos pretéritos
todas las hojas
yacen olvidadas
el sonoro silencio
se adentra en el alma
de los árboles
ni un zorzal canta
ni copulan los pájaros
tan sólo la memoria del bosque
en la intrincada luz
que apenas roza
los troncos oxidados.