viernes, enero 11, 2008

Susana Uda de Dellepiane - Tucumán - Argentina




Colalao


Colalao, en tu plaza
el viento se hace galope,
ruido de cascos, da vueltas
re hace verde, mueve las ramas.
Y del corazon de los arboles
el canto de los pajaros
es una caja musical
que se abre en el alba
Antiguos habitantes
te cuidan de lejos
con mirada de montañas.
En la tarde de lluvia
es una humeda manta
que cae del cielo
y en vuelo horizontal las palomas,
tejen figuras con sus alas, lanzaderas de plata.
Por tu dos rios
viene tropezando entre piedras
la voz del agua
Callados los arboles
descuelgan su sombra
cuando el sol cae
pesadamente sobre sus ramas
Temprano el silencio
abraza tus casas con sus veredas altas.
En los montes los nogales
guardan la redondez de la nuez
pequeñas lunas verdes
pendulo vegetal,
reloj que marca el tiempo de la abundancia
Colalao,
Yo he visto al verano perdido
queriendo anidar en tu casa.




La niña de las cuatro estaciones


A Fernanda, mi hija

Que linda estas ahí parada
a un costado de la tarde, mirando el verano
mientras suelta su áspero perfume la lantana
en abanicos grises se abren las hojas de los álamos
Persiguen tus ojos la huella azul de un pájaro
rumbo al Este donde la luna es a veces grande, colorada
Que negro tu pelo para este otoño de confundidas hojas que se marchan,
se arrodillan algunas junto al cuerpo desnudo de las plantas
y caen del tarco extraños peces esparciendo en la tierra sus escamas
Que blancas y desafiantes tus manos
no le temen al frío, se burlan de las heladas,
Afuera la noche se agranda
después claro silencio,
primera mirada en el alba
Que hermosa tu sonrisa
esperando la extensa primavera,
estallido verde de volcánicas semillas
avalancha de pétalos de ardiente lava
Y mágico el eucaliptus suelta trompos de sus ramas
El viento trae a los patios la risa morada de un árbol
de menta y laurel al aire
Callada
las palabras se te hacen cada vez más lejanas
imposible de alcanzarlas
Que linda estas ahí parada a un costado de la tarde
Con las cuatro estaciones en la mirada.




Luis Lobo de la Vega

En amistad intima con Dios,
Él con el Verbo, la palabra,
tu con tus manos creadoras.
Bendiciendotelas, te entrego los colores.
Juntos hicieron la naturaleza generosa.
Artesano tú haces con tu pincel el alba, la tarde.
Juegas rondas al compás de las estaciones.
El verano te visita en sus soles,
te canta el trigo y el maíz.
Dejabas la puerta abierta de tu casa
para que pase la vida por que querias pintarla,
Intérprete perfecto de su obra.
Creador de montañas, de bosques
de vuelos mágicos, de colores.
Pintabas el ocaso, la oración silenciosa
que solo conocen en profundidad
los que viven en el campo,
Pintas de negro la noche
y la iluminas cuando quieres
dibujando lunas que platean las casas.
Volviéndolas fluorescentes cuando lanzas
puñados de bichos de luz, tucos y luciérnagas al aire.
Tantos ríos, árboles,
tantas hojas sometidas a los vientos
tuvieron refugio en tus cuadros.
Amigo del monte, de la hierba.
Compañero de los pájaros
que buscan tus manos
para que les destines el color de sus alas.
En la loma, allá arriba en tu casa,
Cruje la hojarasca, bajo tu pisada de mago,
un remolino de pirpintos blancos inquieta el paisaje,
y en silenciosa reunión
se acomodan para escucharte alrededor de un charco.
Rindiéndote tributo se inclinan tras tu paso
los girasoles de campos lejanos.
Los arrayanes rojos y las amarillas talas, se acuerdan de ti
y cuando cae la lluvia sigilosa
una corriente ocre, anaranjada
corre cuesta abajo para abrazar tu morada
De sur a norte tu nombre
como una flecha de viento sostiene una calle
y en la esquina mas bulliciosa
crece una palmera, que mira siempre al cielo
Por el Oeste la custodian las montañas
con sus alpamatos y alisales.
Por el Este el sol, temprano
le regala una sonrisa dorada.
Brújula de los pasos del caminante distraído de Yerba Buena.
Por senderos lejanos andan cabalgando jinetes
que el tiempo les ha robado las palabras
a ellos, tú les diste albergue en tus retratos.
duendes en las siestas se escapan de tus cuadros camino a los higuerales.
La neblina juguetona con su velo humedecido
Que a veces te cubría los cerros que tanto amabas,
baja estos días preguntándose por donde andas
Nunca hablamos.
Pero seguro que nuestras miradas se encontraron
en los amarillos y rosas del lapacho
y en los morados racimos de los tarcos
Luis Lobo de la Vega
como dice unos de tus hijos,
Ellos miraran eternamente de qué color están los cerros cada mañana.


Poema II

Siembra en mi corazón altos ecucaliptos y retamas,
pon en mi cabeza pétalos de extrañas flores,
tiende tu mano y en el surco de tiempo de mi mirada,
cultiva semillas nuevas, hortensias silvestres y magnolias,
flor lejana de la infancia.
Suelta dentro mío bandadas de pájaros,
que mi alma inquieta quiere ir al campo,
a mirar de frente el cielo,
casa de las estrellas, colmenar de astros,
panal infinito, que derrama miel dorada en mi piel.
Deja que el día pase lento,
llena de gestos a la tarde.
Abrazame como si abarcaras el universo con tus manos.
regálale a la tarde acodada en las tapias,
tu sonrisa de atardecer de campo.
El viento quiere darme un soplo de poleo y menta,
haz la primavera con un gesto,
la creacion responde a tu mirada y crecen de la nada,
colores y perfumes.
Y todo es perfecto en el mundo,
cuando estas a mi lado contemplándome sin apuro.